sábado, 29 de enero de 2011

Sobre la INSEGURIDAD a la vuelta de la esquina

Nunca sabes con lo que te puedes encontrar a la vuelta de la esquina de tu casa.
Hace un par de semanas, un sábado por la tarde sin tener nada que hacer –aparentemente- salí a la tienda del barrio por golosinas.
A lo lejos escuchaba sirenas que venían aproximándose; en ese momento mi mente divagaba pensando en la sesión de fotos que haría esa tarde, y a la vez pensaba que seguramente esa ambulancia se dirigía a la Clínica Kennedy. En un abrir y cerrar de ojos vi a dos patrulleros entrando a la ciudadela a toda prisa. Mientras caminaba en la misma dirección en la que entraron, me iba preguntando si habría pasado algo raro, algún ladrón se habrá entrado a una casa, o simplemente era una falsa alarma.
En menos de un minuto vi a algunas personas del vecindario concentrarse en un punto: la esquina en donde queda mi casa.
No voy a mentir, siempre armo toda una historia en mi cabeza antes de ver qué es lo que realmente sucede, y cuando pienso en lo peor, algunos ya me han dicho que soy un poco fatalista; sí, es verdad, pensé hasta en un tiroteo con rehenes, y empecé a pensar de qué manera podría escapar ilesa o cuando menos sin que me caiga una bala perdida.
A medida que me iba acercando, abrí una funda de Tostitos y, llevándomelos a la boca, vi como apresaban a dos personas. No vi quienes eran… aún. Me llevé otro tostito a la boca y a lo lejos alcancé a ver a mi papá, pero no me alteré, lo noté tranquilo.
Me embargó un sentimiento de morbo y me arrepentía no tener mi teléfono o una cámara en ese momento para captar el momento.
Llegué a la escena y como toda buena curiosa me acerqué junto a mi papá y los demás vecinos a ver qué sucedía. La funda de Tostitos ya estaba casi a la mitad –cada vez te viene menos producto en esas fundas- y resulta que dos muchachos de 13 y 16 años habían asaltado a una chica en la Avenida San Jorge, llevándose de sus pertenencias, sólo el celular. Para suerte de ella vio que los chicos se metían por unas calles de mi ciudadela mientras que en ese mismo instante pasaba el patrullero.
El patrullero, junto con otro que rondaba la ciudadela –como nunca- llegaron a tiempo para arrestarlos, pero como no portaban armas –mismas que fueron a tirar a los arbustos de la casa de mi vecino- y eran menores de edad, no podían las autoridades hacer nada al respecto.
Los apresaron y les taparon la cara. Yo, más curiosa aún, me acerqué a la ventana del patrullero a intentar verles el rostro.
Efectivamente lo pude hacer, eran unos niños de tez morena y con un afro bastante particular, se veían asustados, pero seguramente en unas horas más podrían seguir haciendo de las suyas. Ellos me vieron a mi también –sí, y ahí pensé en otra historia fatalista-

El “show” se acabó cuando me estaba comiendo la sal que queda al final de la funda de Tostitos. No se sabe el paradero de la supuesta arma, ni de los chicos después de que los patrulleros se los llevaron; sólo sé que no se puede estar seguro, ni en la esquina de tu casa!

2 comentarios:

  1. Nunca has pensado en publicar un libro Mei, tal vez tus memorias o algo asi, te juro por Dios que ame tu relato, jajajaja...
    La parte de los tostitos llevandotelos a la boca, la balacera, la parte de q cada vez vienen menos tostitos, y te imagino con cara de niña curiosa asomandote a la ventana del patrullero, jajaja e imaginando otra historia en continuara contigo sorpendida, jajaja
    Eres lo maximo Mei, jajaja, visualice toda tu historia
    Gracias por este momento, jajaja!!

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  2. Gracias Guillermo.
    No, creo que soy feliz publicándolo online no más.

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